sábado, 28 de enero de 2012

DOCTOR RAFAEL QUEVEDO VILORIA. CARACHE 1878



Doctor Rafael Quevedo Viloria


Dr. Pedro Emilio Carrillo
Médicos Trujillano 1974:
      Hombre erudito, poseía vastos conocimientos de historia patria y era ferviente Bolivariano. Cultivo la amistad con los más destacados intelectuales de su tiempo, quienes sentían especial aprecio por su persona. Dotado de una fina vena  poética, en ocasiones produjo versos exquisitos que nunca llego a publicar. Era gran amigo de la juventud  y los que se iniciaban en las letras a menudo lo consultaban recibiendo excelente orientación.     Fue Bohemio y su vida transcurrió yerma de afecto.  Una memoria prodigiosa hacia mas cautivante su personalidad.
     Sentía especial predilección por los clásicos griegos y romano, los citaba con frecuencia y recitaba trozos escogidos de sus obras. Desdeñaba  la poesía sentimental y romántica, solo la concebían en función creadora, enfocando el drama social cotidiano con sus sueños y temores  sus conquistas y fracaso las ansiedades y anhelos del hombre.
 Nació en Carache 15 de Septiembre de 1878, hijo de Don Rafael Quevedo y Doña Victoria Cadenas estudió bachillerato en Trujillo en el Colegio de Primera Categoría de los Andes. Fueron sus compañeros José Tomás Carrillo Márquez, Antonio Jesús Prieto, Edmundo Anzola, Wenceslao Prieto, Américo Briceño Valero, Víctor Parilli, y Marcelino Perdomo. Recibió el grado de bachiller de manos del rector Diego Luis Troconis el 5 de Agosto de 1849. En septiembre del mismo año, contando solo 16 años, se inscribió para estudiar medicina en la universidad de los Andes; luego de aprobar el primer año se traslado a Caracas continuando su carrera en la Universidad central. Entre sus más distinguidos profesores se encuentra: Adolfo Briceño Picón, Luis Razetti, José Gregorio Hernández,  Francisco Antonio Risquez, Santos A. Dominici, Pablo Acosta Ortiz, y Otros notables profesionales de su tiempo.
    El 22 de Enero de 1900 se graduó de Bachiller en Ciencias Médicas. Los temas propuesto para su desarrollo fueron: 1º Conducto del partero en las estrecheces pelviana  de  7 y medio a 8 centímetro. 2º Tejido conjuntivo.
Recibió el grado de Doctor de Ciencias Médica de manos del Rector Santos Aníbal Dominici el 29 de Enero de 1900, siendo los temas escogidos 1º intoxicación de origen gravídico 2º Localización anatómica de la paraplejia. Y el 3º tratamiento del aneurisma, método de lanceraux.
     Fue un estudiante brillante en el ejercicio de la profesión se destaco como un notable medico integral. Una vez graduado se le escogió como director de una división en el ministerio de instrucción pública y más tarde medico del ejército en Caracas.  

 Vino luego de ejercer en su tierra nativa y fue elegido presidente del Consejo Municipal  en el año de 1941, caritativo como el que más asistió con el mismo interés al señor , que al más humilde  de sus pacientes; nunca su diligentes manos tocaron un céntimo proveniente de sus servicios prestado al pobre, en Carache practicó varias intervenciones por procesos agudo, verdaderas hazañas quirúrgicas, casi siempre con éxitos, no obstante el medio carente de las más elementales condiciones para ejecutarlas.
   Ejerció en Trujillo con la misma abnegación y brillantes que en su ciudad natal, fue médico del Hospital San Juan De dios y de la Cárcel Pública (1924-1927) Diputado a la asamblea Legislativa por el Distrito Carache, Presidente de la misma. Electo diputado por el distrito Carache a la Asamblea Constituyente. Noviembre (1925) Medico de Sanidad del Estado Trujillo.


    Cuando lo conocimos poseía acentuado rasgos mongólico en el lejano oriente cualquiera lo hubiera tomado autentico Mandarín.  Con los Años y a medida que se fue quebrantando su salud se torno escéptico, su vida, su conversación  estaban llenas de finas y amarga ironía, se adivinaba en el lacerante dolor reprimido. Rehuyó honores, distinciones y todo aquello que atrajese la atención hacia su persona. Un buen día cuando recién comenzábamos nuestro   primer año de medicina, supimos que el Dr. Quevedo Viloria  había sido trasladado de suma gravedad a Caracas y se encontraba hospitalizado en el Hospital Vargas  de inmediato fuimos a verlo, lo habían instalado en uno de los pequeños cuarto situado en el comienzo de cada sala general. La tuberculosis había hecho estragos en aquel organismo debilitado por el abandono que conlleva  a la vida  célibe, cuando contrariamos los sabios principio de la madre naturaleza que nos impele a unirnos con la mujer que dulcifique la dulce existencia y nos ayude a velar por el cuerpo sometido a constante y agresivas presiones. Lo recuerdo como si aun estuviera bajo el impacto de la terrible impresión a verlo extenuado, pálido con una tos fatigosa que lo agobiaba constantemente.
    Al contemplarlo en aquel estado de postración, sin que pudiera remediarlo, lagrimas indiscreta se asomaron a mis ojos, y al notarlo me dijo jadeante   “no hay nada que hacer “. Continuo grave pasaba los días desfalleciente, agitado, hasta que se fue, triste, lleno de pesadumbre ahogado por la inmensa angustia de una completa frustración.
    Un grupo de Trujillano lleno de congoja llevó su despojo al campo santo (Cementerio General del Sur) de una soleada mañana enterrándolo en aquella tibia mañana que tanto admiró. Así termino su vida de pena sin gloria de desamor y nostalgia, fue el 28 de septiembre de 1928.
    Aquel poeta lleno inspiración y ternura que fue el malogrado Trujillano José Félix Fonseca, compañero de tertulia de Quevedo Viloria y su grupo en las apacibles tardes Trujillana escribió desde Calabozo cuando supo la noticia de su muerte una estampa “Recuerdo de mi Parroquia” tan fiel, tan emocionada y tan sentida que no hemos resistido la tentación desglosar algunos de sus párrafos.
    “Literato historiador y filósofo  fases de su personalidad tan sólo de unos de sus cuantos conocido era uno de esos espíritu delineado magistralmente por José Enrique Rodo “, “en  los que callan su palabra fácil, su memoria enorme, su talento claro, sus juicios originales y sus idea luminosa se inclinaba hacia la teosofía a la cual conceptuaba la verdadera ciencia, le daba a los ojos de sus amigos, ciertas aureolas magistral que hacia surgir espontáneamente el áureo lirio  de la admiración, cuando disertaba sobre arte, narraba un episodio, explicaba el karma o recitaba un poema, grato es evocar aquellos tiempos esfumado. Bajo las noches nebulosas, -OH¡ el lejano rumor de los surtidores de plata y el suave abanicar de los altos Chaguaramos de la Plaza Bolívar en la vieja Ciudad Histórica dentro de cuyos cuatro cerros aun parecen resonar  los clarines y tambores que una mañana remota corearon las frases damasquinas de las proclama represiva de 1813, la habitación – Clínica, biblioteca y dormitorio del Dr. Quevedo Viloria , Regulo Pérez,  debe de recordarlo, Barreto Peña también , era punto de charla amenas y cultural en aquellos días – 1923 – en que el desconocido  de ésta líneas traza, luchaba ,cantaba y soñaba en la grave ciudad del severo  y justiciero Don Cristóbal  Hurtado  de Mendoza .
    Era un gran evocador aquel doctor Quevedo Viloria, cuya llama ha sido apagada por el aliento implacable tiniebla.
    Pequeño bronceado, enfermo a caso crecía recordando un discurso torrencial de Gonzalo Picón Febres, se sutilizaba recordando un contraste oratorio de don Tulio Febres Cordero su voz cavernosa goteaba lagrimas recitaba un poema de Andrés mata adquiriendo matices proféticos al recordar una proclama de nuestro gran Libertador.
   Bolívar  era uno de sus dioses – Si la religiosidad tuvo cavidad en su ancho espíritu-  así como Miranda y Simón Rodríguez.
    Le inquietaba José Gabriel Pérez, el secretario del Libertador. Lo consideraba como un atlante, como a Miranda, Bolívar y Rodríguez. La última vez que nos vimos fue en Caracas. Madrices a san Jacinto. Medio día. Obreras automóviles. Carreteros, caballos y carretas. Sastrerías. Canastillas. Multitud cosmopolita. Una silueta conocida. Rostros oscuro y rasurado. Una cabeza blanca. Risa y un abrazo cordial. Doctor: ¿y Trujillo, y esa gente ¿ y aquella dama ? Recordamos otros días,  cóntome un chiste. Reímos  estaba bien de salud, estaba alegre. Venia de Maracay de un Congreso Medico…
    Doctor: ¿y José Gabriel Pérez? ¡Ah! José Gabriel Pérez era un atlante.
“Au revoir al amigo, al pensador, al filosofo, discreto, laborioso, y silencioso como un atlante”.


Investigación: Dr. Pedro Emilio Carrillo
Fuentes Consultada por Carrillo: Cronista de Carache José Juan Rodríguez
Valera 1973 Publicación: Médicos Trujillanos Valera 1974
Compilación :Lic Cesar Pernalete & Carlos E Rodríguez Arrieche 2012

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