ALIRIO LOMELLI VERDE
Médicos Trujillano 1974:
El
15 de Febrero de 1.970 en horas de la tarde, cuando comenzaba de declinar el
bullicio de la conmemoración el Día Sesquicentenario de Valera, para dar inicio
a los festejos populares de la noche, nos trasmitió la Radio la desconcertante
noticia, que conmovió a todo el gremio médico trujillano, de que el Dr. Alirio
Lomelli acababa de fallecer, quitándose la vida por sus propias manos. De
inmediato nos trasladamos a Trujillo en compañía de otros colegas. Allí supimos
con detalle los pormenores de la tragedia: al manipular un rifle 22, en la
parte posterior del parque que rodea su casa, en presencia de su esposa y el
segundo de sus hijos, el arma se disparó accidentalmente hirieron de muerte en
el cráneo a la primera. Cuando aterrado la vio caer corrió enloquecido, volvió el arma contra sí apoyando
la punta del cañón sobre la sien derecha, disparando dos veces; los proyectiles
salieron por la región perietooccidental y produjeron la muerte en forma
instantánea.
La
señora Lomelli fue trasladada con la urgencia del caso al Hospital “José
Gregorio Hernández”, dejando de existir dos horas después.
Las
exequias del destacado profesional constituyeron una masiva y espontánea
manifestación que puso de relieve el alto aprecio que en todos los estratos
sociales se profesaba al humanitario médico desaparecido.
Yo
tuve la oportunidad de conocer muy de cerca al Dr. Lomelli verde; una antigua
amistad me ha ligado desde muy atrás a su padre el Dr. Andrés Lomelli Rosario,
hombre de actitudes espartanas, de integridad y rectitud ciclópeas; cuando
comenzaba a brillar en su carrera de leyes; y el tiempo y las distancias nunca
han enfriado nuestro mutuo aprecio.
Alirio
fue mi discípulo en los dos primeros años de bachillerato, ya entonces se
perfilaba el hombre ansioso de conocimientos, dotado de fuerza creadora y viva curiosidad,
devoto de la filosofía, la historia y las ciencias experimentales.
Años
más tarde el discípulo se transformó en colega, y no obstante que él se
empeñaba en tratarme como a su antiguo maestro, nuestras relaciones fueron muy
cordiales. A menudo me refería pacientes, haciéndolo con abundancia de datos
certeros y ágiles detalles que ponían de manifiesto al clínico erudito y sagaz;
otras me hacía paripé, ya por escrito o en largas charlas, de sus inquietudes
sociales y humanas.
En
Septiembre de 1.966, para ser exacto la noche del 2 de ese mes, cuando nos
encontrábamos en una sesión d trabajo del Hospital de Valera, nos sorprendió la
intempestiva llegada del Dr. Lomelli, quien se había auto diagnosticado un
Absceso Hepático y venía para que los interviniéramos. Confirmado el
diagnóstico con los exámenes correspondientes, nos pareció tan grave el caso
que lo operamos esa misma noche, drenando 980 cc. De contenido, que al examen
microscópico resultó positivo en Amiba Histolìtica. Tuvo un post-operatorio
turbulento y como alguien nos informara que después de sus largas y penosas
prisiones había quedado con un desequilibrio emocional grave, dispusimos,
temerosos de que el doloroso post-operatorio produjera un estado depresivo,
administrarle cualquier calmante poderoso que se hiciera necesario, pero
nuestra sorpresa fue grande cuando nos rogó no le administráramos sedativo
alguno, rechazando de plano aún los tranquilizantes más suaves durante los 8
días que permaneció en el hospital.
En
un artículo publicado pocos días después de su muerte, Mario Briceño Perozo, lo
llamó Joven Sabio Trujillano, y tuvo razón, Alirio Lomelli fue un apasionado
por todo lo que significara ciencia, poseía una amplia cultura y una insaciable
sed de conocimiento.
Fue
un apasionado por la investigación pero no llegó a brillar, pues absorbido en
sus experimentos, ni siquiera salía de su casa, encontrándose materialmente
prisionero dentro de sus paredes, olvidándose a menudo de su numerosa clientela
que lo esperaba pacientemente.
Nació
el 20 de Marzo de 1.922 en Cuicas, Distrito Carache, segundo hijo del
matrimonio de Dr. Andrés Lomelli Rosario y la honorable matrona Doña Amelia
Verde. Siendo muy niño, sus padres se residenciaron en la ciudad de Trujillo,
allí estudió primaria en la Escuela Cristóbal Mendoza, y bachillerato en el
Colegio Federal de Trujillo, terminándolo a los 16 años.
Inició
sus estudios de Medicina en la Universidad de los Andes cursando el primer año,
trasladándose luego a Carache, donde realizó el resto de su carrera en la
Universidad Central, en donde se graduó de Doctor en Ciencias Médicas el 8 de
Octubre de 1.945 a los 23 años de edad.
Su
primera actuación profesional fue la de Médico Rural de La Quebrada, capital
del Distrito Urdaneta. Fue allí donde contempló en sus imponderables
dimensiones el drama que vive nuestro desposeído campesino, entre las peñas
calvas, erosionadas por la acción prolongada de las quemas de aquel desolado
aunque bello Distrito; allí apareció ante sus ojos el panorama de angustia,
hambre y miseria de aquellos hombres marginados que dejan sus tierras para
venir en engrosar los cinturones de miseria de las ciudades con recursos. Desde
entonces su causa fue la de la redención de estos desheredados.
Comenzó
a distinguirse como médico humanitario y sabio, trabajaba afanosamente y en sus
horas libres estudiaba con ansia.
Su
labor obtuvo resonancia y el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y el
Ejecutivo del Estado Trujillo lo pusieron al frente de la campaña anti-leprosa
(1.947-49) desarrollando un formidable trabajo en toda la extensión del Estado,
tarea que mereció el reconocimiento de las Autoridades Sanitarias Nacionales y
de la colectividad trujillana. Anduvo por todos los rincones del Estado y
levantó el primer censo completo de leprosos en Trujillo.
Luego
de haber hecho un entrenamiento intenso y un curso de enfermedades de la piel,
la Sociedad Venezolana de Dermatología y Venereología lo designo su miembro
correspondiente, otorgándole el diploma respectivo el 15 de Junio de 1.948. En
la misma época concurrió como delegado Venezolano, en compañía del Dr. Jacinto
Convit, al Congreso de Dermatología que se reunió en la Habana.
Pero
sus labores se vieron pronto vulneradas. No se avino con las intromisiones de
la dictadura, protestó con entereza y la tristemente célebre Seguridad
Nacional, se encargó de silenciar su rebeldía con torturas y prisiones. Durante
una de éstas, el Dr. Manuel de Jesús Chuecos y yo, fuimos comisionados por el
Colegio de Médicos del Estado Trujillo para visitarlo, conocer su estado de
salud u suministrarle los recursos que necesitare. La entrevista se llevó a
efecto, luego, de algunos trámites, en presencia del jefe de la Seguridad en
Trujillo, y Lomelli se mostró durante la misma con gran serenidad, yo diría con
un poco de arrogancia ante sus guardianes, hablándonos sin reserva, y con gran
desenvoltura; su aspecto físico era bastante bueno, agradeció mucho las gestiones
del Colegio y se despidió de nosotros con su característica cordialidad.
Una
vez libertado rehusó todo cargo público, se dedicó en adelante al ejercicio de
su especialidad logrando una numerosa clientela.
Casó
por primera vez con la señorita Hortensia González y del matrimonio nacieron
dos hijas, Minerva e Higia; este matrimonio se disolvió.
Más
tarde contrajo nupcias con la señorita Ana Baptista, la víctima del fatal
accidente que segó la vida de ambos. De este segundo matrimonio quedaron cuarto
hijos: Alirio, Alexis, Iván y Gilmer.
En
su refugio de “Las Araujas” discurrieron sus últimos años de actividad, en un
mundo aislado, pero rico en faenas del espíritu, repartió el tiempo entre
experimentos, familia y clientes.
La
tragedia conmovió a Trujillo la noche del 15 de Febrero tuvo particularidades
especiales, que la hicieron aún más impresionante. Los hijos del matrimonio
Lomelli Verde, que viven en distintas partes del país, se habían congregado ese
día con sus padres en Barquisimeto con el fin de planificar la celebración de
las Bodas de Oro del casamiento, que se cumpliría en el mes de Mayo siguiente,
Alirio y su esposa no concurrieron, pero autorizaron a uno de sus hermanos para
que diera su aprobación a cuanto allí se dispusiera. Ya al atardecer cuando
regresaban sus padres, ajenos por completo a cuanto acababa de suceder,
extrañaron la multitud congregada a las puertas de la casa de su hijo, situada
al lado de la suya. Los ataúdes con sendos cadáveres, la presencia de los hijos
tiernos, el mayor de los cuales (11 años) reclamaba el segundo por qué no había
quitado a su padre el rifle cuando iba a matarse, lo gris de aquella noche,
todo convergió para producir un cuadro de patetismo inenarrable y turbador.
La
muerte de Alirio Lomelli, constituyó una gran pérdida en el seno del gremio médico
trujillano.
Investigación: Dr. Pedro Emilio Carrillo
Fuentes Consultada por Carrillo: Cronista de
Carache José Juan Rodríguez
Valera 1973 Publicación: Médicos Trujillanos
Valera 1974
Compilación :Lic Cesar Pernalete & Carlos
E Rodríguez Arrieche 2012
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